Horacio Mendoza es un sesentón de clase alta que de joven hizo a un lado sus ideales de abogar por la clase trabajadora para, a cambio, asegurar el bienestar económico de su familia. A pesar de que en su interior lleva oculta una culpa, el saber a los suyos en opulencia, compensa sus remordimientos. La situación resulta sobrellevarle hasta el día en que Ernesto, su único hijo, regresa de hacer una maestría en negocios en una de las universidades más prestigiosas de los Estado Unidos, con la idea de crear el Ángel eléctrico, un dispositivo concebido y pensando para evitar, a través de descargas eléctricas, el robo de espejos retrovisores de los carros, uno de los delitos más frecuentes en las ciudades latinoamericanas.