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Un lápiz sagrado

Gusti es esencialmente observador. Heredero de los cronistas de guerra, camina mundos y los plasma en sus libretas de viaje. Dibuja todo el tiempo en aquello que tiene a mano documentando sus viajes hacia la selva y la medicina natural, pero también al interior de sí mismo. Con libros traducidos a varios idiomas, abandona Barcelona para "escuchar" el mensaje de la naturaleza y de culturas originarias, dejándose perder en la selva y descubriendo su propia condición chamánica, por la que lo reconocieron como hombre-medicina. Un lápiz sagrado une los dos mundos de Gusti, a partir de sus trazos, y busca aquellos espacios que tal vez el protagonista pretenda invisible.